CARTAS SOBRE LA DANZA
Jean George Noverre
CARTA X
En esta carta el Maestro Jean George Noverre nos plantea un panorama de la manera en la que se representaba la danza durante el siglo XVII, básicamente estructurada por movimientos fuertes, simétricos, uniformes e incluso difíciles, haciendo un gran énfasis en los brazos como los vectores para la transmisión del mensaje o propósito al momento de la ejecución, convirtiendo a los bailarines en mercenarios y al arte de la danza en un oficio vil, lo anterior nos lleva a reflexionar sobre cómo la técnica puede llegar a tener una frialdad tal, que limita la expresión del alma. De ahí que Noverre se refiera a la acción en la danza como:
el arte de trasladar nuestros sentimientos y pasiones al alma de los espectadores por medio de la expresión verdadera de nuestros movimientos, nuestros gestos y nuestra fisonomía.
Es decir, que la danza se convierta en una vía de escape para el espíritu humano, buscando siempre la manifestación más pura del sentimiento y asemejándola con la naturaleza. Generando que los movimientos antes rígidos y uniformes poco a poco se fueran diluyendo, suavizando y transformando para dar paso a la expresión del espíritu humano con su inmensa diversidad de emociones y sentimientos. Noverre reconoce y afirma que si bien es cierto que el estudio de los principios técnicos y metodológicos es importante, más lo es, el apartarse de ellos y profundizar en el conocimiento de nuestro interior para poder expresar con majestuosidad el verdadero sentido de la pantomima. Bailarines hay muchos, sin embargo un gran bailarín debe poseer el don para sentir, expresar y comunicar lo intangible del lenguaje dancístico, y eso no se adquiere en las escuelas, dice Quintilano, que para Roscio:
el arte de la pantomima consiste en la gracia y la expresión ingenua de los efectos del alma; Está por encima de las reglas y no puede enseñarse; sólo la proporciona la naturaleza.
En la danza folklórica, refiriéndome específicamente a la disciplina en la que me desempeño, es fundamental esa conexión espiritual con el espectador, porque este tipo de danza lleva además inherente nuestra propia identidad como pueblo, y permite avivar ese sentimiento de arraigo y pertenencia hacia nuestra historia, cultura y tradición. Sólo hay que sentir como se eriza la piel cuando estamos fuera de nuestra patria y escuchamos el Himno Nacional o presenciamos “El Jarabe Tapatío”.
Esta carta me parece fascinante ya que me hizo confirmar que la danza como el arte que es, no debe conocer fronteras ni limitaciones ya que su lenguaje tiene que salir del propio corazón materializarse en el movimiento del cuerpo y llegar al corazón de los espectadores conocedores o no, cautivándolos y haciéndolos estremecer por el sentimiento y la pasión. SI LO LOGRAMOS, SOMOS GRANDES BAILARINES.
Martha Delia Esquivel León
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