domingo, 1 de agosto de 2010

CARTA N° 14

“CARTA XIV”

(“Cartas sobre la Danza y los Ballets” Jean Georges Noverre)

Raúl Platas Jaramillo

Introducción
 
Escritas en 1760, “Lettres sur la Danse, et sur les Ballets”, rápidamente se constituyeron en la aproximación teórica a la Danza más notoria, puntual y afortunada de su época, trascendiéndola por su genialidad y universalidad. Apenas seis años habían pasado del estreno en “L’Opéra Comique” de París de “Les Fêtes Chinoises” (“Las Fiestas Chinas”), gran éxito que trajo fama al gran Noverre, fama que lo puso en la mira de los grandes públicos, los colegas y la crítica (Obra que defiende muy sesgadamente hacia el final de la carta XIV). Como coreógrafo aún no alcanzaba las más grandes cimas que comenzaron en su vida tres años después de la publicación de “Les Lettres”, calificadas por Voltaire de geniales, con el estreno de “Médée et Jason”. Pieza en la que cristalizaron plenamente sus ideas sobre el ballet de acción, al que se consagró especialmente después de que sus cartas vieran la luz y de cuyos principios fueron ensayos capitales y muy afortunados: “Psyché et L’Amour” y “La mort d’Hercules” ambas de 1762. Estas ideas tuvieron su germen en Inglaterra con el trabajo de John Weaver, y cuya esencia fue introducidas a “L’Opera” de Francia por la famosa Madame Marie Sallé en forma de reformas que antecedieron la publicación de las cartas de Noverre. Otra fuente de reformas e ideas fue el trabajo de Franz Hilverding, quién fuera el primero en adaptar el Quijote de Cervantes para la danza, hacia el año 1740. Maestro del gran rival de Noverre: Gasparo Angiolini, a quién históricamente se atribuye la primera gran creación de la nueva forma en 1961, un año después de la aparición del libro del maestro Jean Georges. “Don Juan ou Le festin de Pierre” considerado el primer ballet, en el sentido moderno, opuso el poder creativo y el excelso arte interpretativo de Angiolini, al poder creativo y la enorme estatura intelectual de Noverre, quién a su vez fue “étoile de L’Opéra”; logrando convocar en el entorno del nuevo Arte a poderosas personalidades artísticas de la época como Mozart, Gluck, Rodolphe, Rameau, Molière, Voltaire… 

“CARTA XIV”

Excepcional lección de autocrítica y valoración del propio conocimiento generado, la carta decimocuarta, está centrada en la descripción crítica de dos obras principalmente: “La Toilette de Vénus ou Les Ruses de L’Amour” y “Les fêtes ou jalousies du Sérail”
Sucintas descripciones, seguidas de afirmaciones sobre lo limitado que resulta el lenguaje escrito para acercar al lector a la danza y a la acción. El esfuerzo por relatarnos las voluptuosidades de los personajes femeninos, la simpleza o la fastuosidad de los cuadros, la puntualidad del carácter, o la amplitud de los movimientos en escena; parecen intentar tentarnos a asistir a la danza pues el autor nos puntualiza: "el corazón debe hallarse permanentemente agitado". Entre líneas podemos leer claramente las concepciones escénicas del autor y como ha desprovisto la escena de adornos suntuosos, los vestuarios se han hecho sucintos y alegres, las máscaras han dejado su lugar al gesto, que ya desde su inicio se anuncia poderosamente comunicativo, vívido, pleno…
Hacia el final de la carta, una vez expuestas las intenciones y los alcances de estas dos obras, Noverre dirige su aguda inteligencia a la crítica, dándonos una penúltima lección sobre la danza y la escena. Hablándonos acerca de las licencias que se toma para enriquecer la estética, el análisis y la síntesis que sus obras empeñan. Sienta un precedente que habremos de retomar respecto de las aproximaciones escénicas que de danzas originales se hacen fuera de su contexto original: “Creo señor, que una fiesta turca o china no agradaría a nuestra nación si no tuviésemos el arte de embellecerla, y estoy persuadido que la manera de danzar de esos Pueblos no nos llevaría al punto de seducirnos; ese vestuario exacto y esa imitación, no ofrecerían más que un espectáculo aplanado y poco digno de un público que no aplaude sino a los artistas que tienen el arte de asociar la delicadeza y el genio a las diferentes producciones que nos presentan”.
Finaliza su carta con un llamado a no criticar sobre la base de un programa escrito, sino sobre la experiencia vivida al contemplar, como afirmó al principio, varias veces la obra. Aquí me permito reafirmar esta verdad citando a la insigne e inolvidable Paulina Ossona: “…para conocer el valor comunicativo de un gesto hay que vivenciarlo en todo su poder y plenitud… lo que solo puede experimentar un bailarín…”

Raúl Platas Jaramillo

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